Homenaje a las víctimas del franquismo (Francisco Gil Craviotto)
El pasado día 18 de julio se cumplieron setenta y cuatro años de la sublevación de un grupo de militares y falangistas (todos ellos en connivencia con la Iglesia y azuzados por la Alemania nazi y la Italia fascista), contra la República. Esa República que el pueblo español había plebiscitado el 14 de abril de 1931 y que, según recordaría después Antonio Machado, había llegado “con las primeras hojas de los chopos y las últimas flores de los almendros”. Era, tras el fracasado golpe de Estado que sólo había triunfado en las pequeñas ciudades y zonas dominadas por los caciques, el comienzo de una larga y cruel guerra civil, que, con la llegada de los moros y los “voluntarios” de la Alemania nazi y la Italia fascista, también comenzaba a tomar ribetes de guerra de invasión. Habría de durar casi tres años: del 18 de julio del 36 al 1 de abril del 39. Tres años de horrores, sangre y lágrimas que la Iglesia y los sublevados pronto se apresuraron a calificar de cruzada. ¡Una cruzada con moros y Legión Cóndor! A estos horrores de los tres años de guerra siguió una dictadura de casi cuarenta años, toda ella salpicada de asesinatos, campos de concentración, cárceles, trabajos forzados –recordemos el tristemente famoso Valle de los Caídos-, y persecuciones sin fin que continuaron hasta que la Parca puso fin a la vida del Tirano. Todos sabemos que estuvo firmando sentencias de muerte hasta que le llegó la suya.
Nuestra ciudad, tras dos días de engañosos titubeos, que las autoridades republicanas no supieron aprovechar para armar al pueblo, el 20 de julio de aquel fatídico 1936, quedó del lado de los rebeldes, que en seguida iniciaron su holocausto de sangre. Las tapias del cementerio, el campo de exterminio de Viznar y las cunetas de numerosas carreteras fueron escenario de interminables atrocidades. Más del diez por ciento de la población –entonces algo más de cien mil habitantes- fue asesinada por los rebeldes. Otros fueron desposeídos de cuanto tenían y condenados a cárcel o campos de trabajo –tal el del Llano de la Perdiz- por el solo delito de haber votado por algún partido de izquierdas o no frecuentar la iglesia.
Ahora, setenta y cuatro años después de aquella cruel sublevación y la guerra que le siguió, familiares y amigos de las víctimas se han reunido junto a las tapias del cementerio, donde fueron asesinados cerca de cuatro mil personas -exactamente 3.900-, para recordarlos y homenajearlos. Esto ocurrió el 20 de julio de este 2010. Algunos llevaron flores y otros la carta de despedida de un ser querido, escrita horas antes –o acaso minutos-, de ser asesinado. Un año más entre todos dejamos una placa (dos este año) homenajeando a las víctimas y recordando la atrocidad. Hoy, 24 de julio, ya no están ninguna de las dos placas: han sido retiradas por alguno de los hijos o nietos de los que ayer disparaban.
Se ha dicho hasta la saciedad que el pueblo que olvida sus desdichas se expone peligrosamente a que éstas, un día más o menos lejano, se repitan. Por lo visto en Granada hay más de uno que desearía que la historia se volviera a repetir.
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