En tiempos de la Transición de la dictadura a la democracia apareció una pintada en Madrid que decía: «Vascos, ¡qué raritos sois!». Se podía cambiar vascos por españoles y el efecto habría sido el mismo, aunque no dejaba de tener razón aquel agudo grafitero que sólo se equivocó cuando generalizó.
Son algunos los raros. Y mucho.
A raíz de la millonaria manifestación de Barcelona el pasado sábado 10 de julio, algunos analistas de la llamada izquierda abertzale quisieron sacar conclusiones y trasladarlas a Euzkadi de forma mimética, sin darse cuenta de que, por lo menos en esta sociedad, hay cuatro grandes diferencias.
La primera y más importante es que en Catalunya no han tenido cincuenta años una organización como ETA. Hubo en su día algún apunte de ello con Terra Lliure, rápidamente conjurado. Todo lo que han hecho políticamente, como nosotros, lo han realizado con el voto y la palabra, con alguna manifestación y concentración, con mayorías y minorías que se han respetado. En eso nos ganan por goleada, porque otra habría sido nuestra historia reciente de no haber tenido nosotros semejante lacra que ha envilecido y distorsionado el debate político, además del coste humano que todo este sinsentido ha significado. Menos mal que el PNV ha sido y es el eje de este país.
La segunda diferencia es la atomización del espacio abertzale. De HB surge Aralar, y del PNV, en 1986, EA. ¿Y qué es Ezker Batua? No se sabe. Unos quieren que sea la sucursal con txapela de IU en Euzkadi, otros una mezcla de HB con Madrazo al frente. ¿Carne o pescado? Difícil saberlo.
El caso es que en espacio tan pequeño son muchas las cañas que tratan de pescar. Pero ese caladero es el que es.
En el caso de HB, sabemos que lo suyo son las manifestaciones, pero no la política. El programa es siempre el mismo. O me das la razón en todo o no hay juego en nada. O, como ocurrió en 1980, se presentan, salen elegidos y no acuden al Parlamento vasco porque ellos no participan en un 'parlamento vascongado'. Treinta años después, sin hacer la debida autocrítica, están como locos por poder participar en ayuntamientos, juntas generales y Parlamento vasco. Lógico. Parecen adolescentes haciendo política y necesitando reafirmarse cada semana como los más puros de los más puros, mientras el país pierde posiciones o mientras ETA trata de matar. Treinta años perdidos miserablemente. Para nada.
En tercer lugar está el PSE-PSOE. Más PSOE que PSE. Una franquicia sin rasgos propios conocidos o, como decía Aguiriano, dividida en metalúrgicos, mesetarios y aldeanos. Pero sin una postura firme en relación a Madrid en nada y siempre complacientes con el 'cepillado' del que habló Guerra en Sestao, al ser incapaces de tener una personalidad en defensa del país. Tragan con todo.
Y, finalmente, está la derecha vasca, sucursal de la madrileña y a la que le obligan a ir contra sus propios actos, como en el caso del Concierto Económico. Gentes que no han aprendido nada, ni olvidado nada, con una dirección renovada que confunde a veces el jaimitismo con la ideología pero sin proyecto de país, y con la única obsesión de desplazar al PNV de todo. O de poner la bandera española al lehendakari Aguirre, pero no la republicana.
Éste es el panorama que vivimos en Euzkadi mientras Catalunya se manifiesta porque un socialista catalán como Maragall planteó la renovación del Estatuto y otro socialista catalán, nacido en Córdoba pero consecuente con su cargo, se echa a la calle porque un Tribunal Constitucional, elegidos sus magistrados por el PP y el PSOE, les cercena lo que ellos habían aprobado en el Parlamento catalán, en las Cortes Generales y en referéndum. Como ha dicho Miquel Roca, ponente constitucional, «España tiene un problema». Más bien tres.
Habría, pues, que rebobinar. Y volver en Euzkadi a la política de la mesa política de las cuatro patas. PP, PSE, PNV y toda la izquierda abertzale, si desaparece de una bendita vez ETA. El país no da para más. En Shanghai tendríamos derecho a un mandarín de distrito y a un coche de bomberos, exagerando un poco. España, pues, debería volver al inicio de la Transición. Entonces había dos demandas claras y una tercera que surgía, que era la gallega. Pero jamás a nadie en Madrid se le habría ocurrido que ellos también iban a tener una autonomía con parlamento, bandera e himno. En la recepción a la famosa 'Roja' sólo vi banderas españolas, ni una madrileña. Normal. Madrid es la quintaesencia de lo español. No les hace falta nada para afirmarse. Por eso el PP y el PSOE tienen que hacer una apuesta valiente o por un federalismo asimétrico o por una confederación. De lo contrario, esto no tiene solución. Catalunya, harta de burlas y cicaterías madrileñas, empieza a cambiar de pista. Ya no reivindican sólo el Concierto sino que demandan cada vez más la independencia. Y, visto lo visto por estos lares, con una presidencia del Gobierno vasco que más parece la delegación del Gobierno central, éste debate irá 'in crescendo'. Y no pasará nada, si esto se hace democráticamente. Para eso, el mundo de HB, además de manifestaciones, ha de aprender a hacer política. Y si su complejo de Edipo no le deja mirar al PNV, que miren por favor a Barcelona. Tienen ejemplos para todo. Porque España, la España del ombligo madrileño, tiene tres serios problemas que irán a más, fundamentalmente porque en 1979 aquella UCD y aquel PSOE mataron aquel tigre del centralismo, pero luego se asustaron con su piel. Y así nos va.
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