Lo de establecer el nuevo Museo del Ejército en un lugar indisolublemente ligado a la mitología fascista de la última dictadura militar que apenas acabamos de dejar atrás – con más de cien mil víctimas todavía en sus fosas clandestinas – sería ya, por sí mismo, algo completamente errado en términos de política democrática.
Habida cuenta del muy oscuro pasado respecto del que resulta necesario diferenciar a nuestras fuerzas armadas – todavía demasiado recientes, además, sonados actos de insubordinación a la antigua usanza de injerencia militarista – , lo de ir a recoger la historia del ejército más golpista de Europa occidental en uno de los escenarios principales de sus últimas correrías me parece del todo incomprensible… y de una torpeza infinita, en especial en términos de eso que Naciones Unidas denomina “garantías de no repetición”, o conjunto de medidas preventivas a adoptar prudentemente por el Estado en todos los ámbitos posibles para evitar, por activa y por pasiva, exaltaciones y rebrotes en presentes y futuras generaciones. De hecho sorprende más todavía ya que en nombre de esa pretendida “equidistancia impecable” institucional – que ni siquiera llega a ser tal pues la toma de partido real lo es por la “legalidad” de los golpistas, siempre aceptada –, resulta imposible de justificar cómo puede ser que de todos los espacios museizables en España, o en Castilla-La Mancha, el Museo del Ejército haya quedado allí, y no en ningún otro nuevo espacio asépticamente desvinculado de los “dos bandos”, de los “dos demonios” como dicen los argentinos, ay.
Hasta la ley “de la memoria histórica” de 2007 podía haber aportado aquí algún rendimiento residual – al margen de sus violaciones de los derechos humanos, quiero decir –, y haber servido para fundamentar el cambio de lugar respecto del originariamente elegido por el Gobierno Aznar años antes de su entrada en vigor. Simplemente, si el Alcázar de Toledo no representa un “vestigio relativo a la Guerra Civil y la Dictadura” y un “elemento conmemorativo de exaltación de la sublevación militar y de la Guerra Civil” no sé que lo es.
Pero ahí, justamente ahí, es donde nuestra reestablecida democracia (o casi) ha ido a musealizar la historia de nuestro ejército.
¿Qué pensarían de todo esto los militares leales a la democracia que, con todo en contra, defendieron la legalidad y en muchas ocasiones dejaron la vida o fueron después fusilados como estamos viendo en Menasalbas estos días? ¿Querrían ser recordados en ese lugar y en tales términos? Y ya sé que lo acontecido en el Alcázar de Toledo son hechos históricos reales – execrables – , referibles a la historia militar de nuestro país…Pero ello no implica que por eso tengamos que poner el museo militar nacional de referencia precisamente allí, en uno de los lugares sagrados del golpismo, como si los hechos históricos reales de la batalla de Alarcos sin salir de Castilla-La Mancha por ejemplo, o cualesquiera otros sin referencia al franquismo, lo fueran menos y de paso no implicasen sombra negativa alguna de inmediata referencia hacia nuestros días. ¿Qué esto no es así, y no acabamos de propiciar, y hasta de otorgar un reconocimiento indebido, desde una pésima acción de gobierno una serie de cosas negativas? Y conste que me refiero a la “acción de gobierno” de siempre, la de la gracieta de dos minutos, a costa de ir dejando “piedrecitas” contra cosas bastante más estructurales.
Creo que el impactante titular publicado por ABC hace unos días,“El museo del ejército no se rinde” nada menos, parafraseando la conocida proclama del golpista Moscardó lanzada precisamente en ese Alcázar, con la épica profundamente franquista asociada al mismo, sintetiza, de un plumazo, a qué me estoy refiriendo y la forma en la que todo esto ha sido recibido por determinados sectores de ese franquismo sociológico, afortunadamente cada vez más contestado. Aunque seguramente el entusiasmo y la aprobación de ABC hubiese sido otro de haber resultado elegido con normalidad, por ejemplo, alguno de los emplazamientos de la defensa de la Constitución española en el Ebro, o de la defensa de Madrid. Si en vez de un despacho como el del golpista Moscardó, hubiese sido abierto al público el de militares leales a la República como el General Vicente Rojo, héroe de la defensa de Madrid, o el General de la Guardia Civil Antonio Escobar Huerta, defensor de la Generalitat de Catalunya, o tantos otros, a los que no se ha dispensado todavía ése, ni ningún otro honor en un país tan perdido como el nuestro. Ni tan siquiera una simple calle con su nombre en todo el territorio nacional. Insisto, mucho mejor hubiera sido dedicar discretamente el Alcázar en su totalidad a biblioteca, o a cualquier otro museo o espacio cultural de otra índole, que no creo que el del ejército sea el único en este momento a la búsqueda de dependencias en nuestro país… y dejar estar cada cosa separadamente por su lado, dicho lugar y el museo de nuestras, hoy, democráticas fuerzas armadas.
Porque el uso o asociación de ideas de un personaje como Aznar al ir a colocar el Museo del Ejército en el Alcázar de Toledo es evidente, y que nuestro Gobierno del PSOE le falten convicciones políticas para haber reconducido con normalidad ese despropósito apoyándose incluso en la ONU y es todavía más de lamentar.
Pero no ha sido así, y no salgo de mi estupefacción… y ello incluso al margen de la desafortunada puesta en escena de su inauguración a inicios de esta semana. Inauguración en la que lejos de tratar de escenificar algún tipo de separación entre lo que fue ese lugar, y lo que se pretende que sea ahora, se ha ido a echar sal en la herida, con la invitación de un ex golpista defensor del Alcázar, y hasta con la elección del 19 de julio, día siguiente del tradicionalmente conmemorado de dicha misma sublevación. Será cosa, como siempre, de duendes, o de la Pérfida Albión, y no de la mala cabeza de nuestros gobernantes y su falta de sensibilidad. Y no abundaré aquí en varios otros lamentables aspectos certeramente destacados por Diego Barcala en su información “Barniz democrático para el nuevo Museo del Ejército” (Público 10-07-2010), y que dan carta de naturaleza a esa auténtica “obra maestra de la equidistancia”, como él la denomina.
Pero, con todo, lo que más inaceptable resulta es el reconocimiento que se otorga en dicho Museo a la conocida como División Azul, que participara bajo las órdenes del Mariscal Keitel en actos criminales de agresión y contra la paz enjuiciados y condenados en Nuremberg por tal ataque ilegal y por los numerosos crímenes de guerra perpetrados en el proceso, las miles de desapariciones forzadas del “Decreto noche y niebla”, las ejecuciones extrajudiciales y todo lo demás.
Actos de complicidad con el nazismo que llevaría, además, al rechazo de la admisión inicial de España en las Naciones Unidas y a la famosa resolución de 12 de Diciembre de 1946 dónde se denunciaba la complicidad criminal del régimen de Franco (“c) Pruebas incontrovertibles demuestran que Franco fue con Hitler y Mussolini, parte culpable de la conspiración de guerra contra aquellos países que finalmente en el transcurso de la guerra mundial formaron el conjunto de las Naciones Unidas. Fue parte de la conspiración en que se pospondría la completa beligerancia de Franco hasta el momento que se acordara mutuamente”), fundamentada, precisamente, en primerísimo término, en el concreto papel desempeñado en tales crímenes por esa División Azul, ahora museizada, y que la Asamblea General de Naciones Unidas condenaba expresamente en su resolución con muy distinto criterio al de la Ministra de Defensa Chacón: “de 1941 a 1945, la División de Infantería de la Legión Azul, la Legión Española de Voluntarios y la escuadrilla Aérea Salvador, pelearon en el frente oriental contra la Rusia soviética”. Pero se trata tan sólo de la condena en los juicios por crímenes de guerra, contra la paz y contra la humanidad más importantes de la historia, y del nombre de una unidad militar expresamente recogido en una condena de la Asamblea General de Naciones Unidas por sus hazañas contra la legalidad internacional. Seguro que es mejor hacer caso a las preferencias de nuestra Ministra de Defensa, que hasta les recoge en un Museo y se le olvida indicar, por si los visitantes del museo no se saben Nuremberg y lo de la resolución de la ONU de 12 de Diciembre de 1946 de carrerilla, que esas concretas tropas están implicadas en terribles actos criminales. Y con idéntica razón resultaría del todo objetable la inclusión de cualquier otra unidad golpista-franquista que, simplemente, dejó de formar parte del ejército español en el mismo momento en el que se sublevó contra la Constitución, pasando a constituir una banda armada con control efectivo de partes del territorio, sí, pero ningún otro carácter legal o Estatal. “La Asamblea General, convencida de que el Gobierno fascista de Franco en España, fue impuesto al pueblo español por la fuerza con la ayuda de las potencias del Eje y a las cuales dio ayuda material durante la guerra, no representa al pueblo español (…)”, se recogerá contundentemente en la aludida resolución de Naciones Unidas, recomendando, de hecho, que todos los Miembros de los Naciones Unidas “retiren inmediatamente a sus embajadores y ministros plenipotenciarios acreditados en Madrid”. Pero si Carme Chacón, nuestra Ministra socialista de Defensa, nos dice que el ejército de Franco era un ejército igual de legal que el ejército español, y que lo de Naciones Unidas no es para tanto, pues seguro que tiene razón… ya sabemos que Naciones Unidas se caracteriza precisamente por decir las cosas con demasiada contundencia… que nuestro Gobierno socialista sí que sabe bien lo que es la legalidad internacional, y no esos leguleyos… Porque uno puede estar ya medio acostumbrado a muchas cosas con la actuación de este Gobierno respecto el Convenio Europeo de Derechos Humanos, Convención de Ginebra y todo lo demás… pero, aún así, tras la histórica condena penal del Mariscal Keitel y los suyos por la invasión de la Europa del Este de la que tomo parte la División Azul – insisto, considerada como constitutiva de varios crímenes internacionales del Estatuto de Londres –, uno esperaría que el Ministerio de Defensa y su titular tuviesen, al menos, un mínimo respeto por las leyes de la guerra, por las resoluciones de la Asamblea de Naciones Unidas y por la jurisprudencia del Tribunal Militar Internacional de Nuremberg. ¿Verdaderamente le importa todo ello tan poco a Carme Chacón?
Pero es que en España se les sigue sin considerar como lo que son, incluso en el caso de tal invasión que sí que llegó a ser juzgada y condenada internacionalmente; porque la condena jurídica, política y moral a Keitel y los suyos no pudo ser más completa con el término de la Segunda Guerra Mundial, y eso hace aún más incomprensible la inclusión de dicha División en el Museo, y menos aún sin la normal, obligada, mención de todo lo anterior. A la División Azul, y a cualquiera de sus supervivientes hay que llevarlos a la Audiencia Nacional, a rendir cuentas, no a ningún museo.
Y en vez de la máscara del dictador, los rostros que habría que haber llevado a ese Museo eran los del President Companys y las decenas de miles de asesinados en “Consejos de Guerra” sin las debidas garantías de su ejército, no del Español, constitutivos de “crímenes de guerra” según el artículo 8 del Estatuto de Roma, por si algún día nos importa lo más mínimo llamar finalmente las cosas por su nombre.
¿Acaso los criminales no pueden ir a un Museo? claro que sí, de hecho pienso que criminales y verdugos franquistas pueden, y deben, ir a alguna forma de Museo o Memorial; y que es igual de necesario para nuestra sociedad conservar también su memoria, pero como lo que fueron, golpistas, genocidas, y, de ningún modo, musealizados en el Museo del Ejército, ni en el de ninguna otra institución legal.
Porque es verdad que hasta Jack el Destripador ha sido llevado a un museo, pero un museo de los horrores, no de la cirugía, y allí aparece como psicópata y asesino, sin que nadie lo equipare con las fuerzas del orden de Scotland Yard. Para no confundir.
¿Qué clase de Museo resulta ser entonces éste de la Ministra Carme Chacón?
Y por eso mismo entiendo que en nuestro país hoy es más necesario que nunca llevar al franquismo, no a uno, sino a varios museos: en Guernika, en Málaga, en Badajoz… y hasta en el Alcázar de Toledo si se quiere, donde hubiese podido instalarse un perfecto “Museo de los crímenes de guerra del franquismo”, o “Museo de la historia negra del golpismo del ejército español”. El entorno para ello hubiese sido en dicho mismo Alcázar, verdaderamente difícil de mejorar…y así en vez de establecer absurdamente ninguna forma de mancha a nuestras fuerzas armadas democráticas de hoy con nada de ello, se hubiese podido preservar lugar e historia y sin perder ya ni un ápice de su significado original en dicho entorno; incluido el traído y llevado despacho de Moscardó como perfecta escenografía, preservada para el futuro, de cómo fue el despacho de uno de los traidores a la Constitución española, encontrando de esta manera su pleno y natural encaje a musealizar. Y es que cuando se coloca a los criminales en el tipo de museo equivocado – y en un escenario más equivocado todavía – y no se deja perfectamente claro lo que es cada cosa, se les está convalidando como algo respetable y digno de algún tipo de consideración por parte del Estado democrático que no deberían tener… en vez de “dignos” de haber terminado en el banquillo de los acusados en Nuremberg y otros procesos penales posteriores. De verdad, ¿qué es lo que pasa en este país?