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domingo, 18 de julio de 2010

Merienda de negros (David Torres)

Para empezar, el nombre del personaje, Kagame, que es un marrón de no te menees, no ya por la obvia referencia escatológica sino porque marrón es el color de la sangre cuando se seca. Se le considera uno de los responsables del genocidio ruandés, esa degollina indiscriminada donde una muchedumbre de campesinos analfabetos demostró que podía competir con la maquinaria de exterminio nazi sin nada más que una pizca de buena voluntad y unos cuantos machetes. En poco más de una semana la horda de asesinos aficionados reprodujo la masacre de Treblinka, casi un millón de muertos, ante el bostezo burocrático de la ONU y el aburrido rascado de huevos de toda la comunidad internacional. Total, son negros, pobres, sin petróleo ni gas ni diamantes. Ruanda a nadie le importa un pimiento.

"La diplomacia esquivó la foto enviando al carnicero a por tabaco mientras ZP se escurría por atrás"

Javier Reverte tiene contado que visitó una iglesia donde se cobijaron unos centenares de refugiados a los que decapitaron allí mismo: el suelo aún estaba alfombrado de calaveras y era imposible moverse sin pisar algún hueso que crujía como un huevo cascado. Fernando Beltrán escribió un poema en el que, en un viaje en autobús en medio de la 'Semana Fantástica' de El Corte Inglés, su mano hutu y su mano tutsi peleaban una guerra secreta. Pero los 'Príncipes de la Paz', como Zapatero, no tienen tiempo para leer estas cosas: con leer la carta del menú ya tienen bastante. Alguno de sus tropecientos asesores (uno que sabe leer) avisó a tiempo al 'Príncipe de la Paz' para que no acudiera a estrechar la mano genocida. La diplomacia española ha esquivado la foto con triquiñuelas de vodevil, enviando al carnicero a por tabaco mientras Zapatero se escurría por la puerta de atrás. Por último, lo fumigaron a abrazos y lo despidieron con severos pellizcos en los mofletes.

Sin embargo, no pudieron evitar que el pobre Moratinos acudiera a presentar sus respetos (pocos) a Kagame, quizá porque el titular de Exteriores ya tiene la mano hecha a saludar matarifes chinos, momias cubanas y toda clase de monstruos sonrientes. Es lo malo de ese oficio jabonoso basado en hincar la rodilla: que uno no puede escuchar ni a la conciencia ni a la pituitaria. Moratinos lo saludó poco, eso sí, intentando distraer a los fotógrafos para que mirasen al pajarito, luego se limpió la mano manchada de sangre en el mantel y a otra cosa. Total, será por detergente.

Blair y Clinton, célebres blanqueadores de sepulcros, ya intentaron lavar la imagen de Kagame con la excusa de que lo de Ruanda, básicamente, fue una 'merienda de negros'. Lo mismo que el ágape en el Hotel Ritz donde los cubiertos plateados sobre la mesa sonaron el viernes con un lejano tintineo de machetes, de cabezas cortadas y risas de verdugos. Kagame, lorito.

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