La sentencia sobre el Estatut, vista por los turcos (Enric Juliana)

Los turcos nos han retratado: "Dün dündür!". Así titulaba el pasado martes el diario Vatan (Patria) unamplio reportaje sobre la manifestación catalanista de Barcelona y la euforia, dos días después, por el triunfo de España en el Mundial de fútbol de Sudáfrica. Una página a todo color, ilustrada con las portadas que La Vanguardia dedicó a ambos acontecimientos. Dün dündür es una expresión popular turca que podría traducirse como "ayer fue ayer", queriendo decir que las cosas pasan muy rápido y que lo que ayer tenía un sentido hoy puede tener otro. (Traducción de Ricardo Ginés, antena de nuestro diario en Estambul, que ha tenido la perspicacia de captar el mensaje cifrado de los otomanos.)
Vatan sabe de lo que habla. Periódico de corte liberal –fundado para competir con el nacionalista Millyet (Nacionalidad)–, cada día ha de estar muy atento a las contradictorias corrientes de un país enorme que se balancea entre Oriente y Occidente. Ayer fue ayer y hoy es hoy. Propia del Gran Bazar, donde todo cambia para seguir igual, esta máxima ya habrá sido radiotelegrafiada a la Moncloa por Joan Clos, nuestro hombre en el Bósforo. (Traje blanco y fez, contemplando una espectacular panorámica al atardecer desde la azotea del hotel Richmond, el alcalde Clos, más afincado en Estambul que en Ankara, está siendo un buen embajador en Turquía. En Madrid recibe elogios del cuerpo diplomático de carrera.)
Dün dündür, dün dündür. He ahí un buen lema para José Luis Rodríguez Zapatero, el primer presidente del Gobierno de España que se mueve a sus anchas en la Nueva Realidad, ese plasma donde la memoria ya no encadena los hechos, puesto que estos se suceden como una cadena de flashes desconectados entre sí. Hoy hago lo posible para acelerar la sentenciadel Tribunal Constitucionalymañana salgo en rescate del Estatut. Hoy lanzo la idea de la España pluralymañana propongo para la corte constitucional a magistrados que no creen en ella. Hoy envío al PSC al mataderoy pasado mañana le voy a visitar en la unidad de cuidados intensivos...
En el Gobierno hay enfado cada vez que leen que Zapatero ha hecho lo posible para que la sentencia saliese antes de las elecciones catalanas; antes de que CiU vuelva a gobernar en Catalunya (si se cumple el cada vez más acentuado vaticinio de los sondeos), y antes de que el PSOE atraviese el peligroso desfiladero de otoño, donde el Partido Nacionalista Vasco será muy exigente. Muy exigente. (La Bilbao Bizkaia Kutxa, BBK, bastión financiero de la Diputación Foral de Vizcaya, siempre bajo el control de los peneuvistas, acaba de obtener del Banco de España la adjudicación de la maltrecha CajaSur, en contra de los intereses del socialismo andaluz, que aspiraba a configurar un polo financiero meridional alrededor de Unicaja.)
No, yo no he sido. El presidente en persona lo proclamó el jueves desde la tribuna del Congreso. "Yo no tengo nada que ver con la sentencia del Tribunal Constitucional", dijo con esa sonrisa eléctrica que la crisis le ha acentuado.
Habrá que creerle... En el interior del siguiente relato, donde cada hecho tiene memoria del anterior. Supongamos que hace unos meses, Zapatero le pide a José Montilla que adelante las elecciones catalanas a junio, para despejar horizontes, ante la creciente complicación del panorama económico. Montilla le dice que no: no da la batalla por perdida y quiere agotar el mandato en señal de seriedad política y biográfica. A finales de noviembre, una sentencia con carga de profundidad para el modelo de inmersión lingüística está a punto de ser aprobada. Queda paralizada tras el editorial conjunto de la prensa catalana. Tras un breve compás de espera, el Tribunal Constitucional vuelve a entrar en crisis yqueda claro que sólo puede haber sentencia con el voto del magistrado Manuel Aragón Reyes, que exige transformarla en un manifiesto político sobre la unidad de España. La condición acabará siendo aceptada, desactivándose, a cambio, el torpedo lingüístico. La presidenta María Emilia Casas tiene prisa. El prestigio del TC está por los suelos. Se aprueba la sentencia.
De nuevo, el factor Montilla. El presidentede laGeneralitat se niega a secundar el argumentario del PSOE (venta a peso del fallo: el 95% del Estatut ha sido respetado) y lee desde el Palau de la Generalitat una solemne alocución en la que llama a salir a la calle. Indignación en la Moncloa. Montilla fija su papel en la historia del catalanismo y el discurso socialista queda desmadejado. El texto de la sentencia es divulgado el día antes de la manifestación de Barcelona, porque alguien se da cuenta, a última hora, de que su publicación puede coincidir con la apoteosis del Mundial. La manifestación se desborda. Las encuestas detectan un severo riesgo de desplome del PSC. Hay que acudir en su auxilio.
La sentencia garantiza cincuenta años de pleitos. No es un hachazo, pero su lectura irrita. Yo no he sido, dice Zapatero. Alguien no ha hecho bien su trabajo. (Observe el lector la discreción, estos días, de la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega y del ministro de Justicia, Francisco Caamaño.) El mejor diagnóstico, como siempre, el de Felipe González: "La sentencia contiene afirmaciones políticas ofensivas". Alguien en Madrid no ha leído bien la orden que en 1717 Felipe V transmitió a los corregidores enviados a Catalunya para la aplicación del decreto de Nueva Planta: "Que se note el efecto, sin que se note el cuidado". Corregidores de Castilla. Incluso en el Diván turco –Dün dühür– eran más finos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario